No es sorpresa que la elección de Edgar Ramírez Morales, recién nombrado nuevo fiscal anticorrupción de Quintana Roo, haya causado inquietud en los exfuncionarios que tienen mucho que ocultar.
Aquellos con carpetas que parecían “archivadas” por desvío de recursos, peculado y enriquecimiento ilícito están haciendo todo lo posible para desacreditarlo, al grado de vincularlo con los del partido del tucán y aliado de los guindas.
Sin embargo, antes de su nombramiento, Edgar Ramírez Morales dejó huella como representante de una funcionaria federal de la talla de Rosa Icela Rodríguez. En ese rol, no solo reforzó los mecanismos de control interno, sino que también estableció un ejemplo de eficacia en la coordinación interinstitucional con dependencias como la SSC, la FGE, la SEDENA, la GN, SEMAR, entre otras.
Su trayectoria en la administración pública lo ha llevado a trabajar de cerca con personajes de la talla de Arturo Medina Padilla, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, así como Carlos Augusto Morales, el futuro secretario particular de Claudia Sheinbaum.
También trabajó de cerca en el corazón del aparato legislativo de la Ciudad de México con Manuel Granados y Josué Ramos.
Así, mientras los ecos de la vieja política buscan desacreditarlo, el nombramiento de Edgar Ramírez Morales marca el nuevo comienzo de una transformación en la fiscalía anticorrupción de Quintana Roo, donde su antecesora dejó mucho que desear al no cumplir su promesa en el “gobierno del cambio” para llevar a juicio a los principales saqueadores del Estado, y donde la gran mayoría continúa libre.